lunes, 27 de octubre de 2014

Capítulo II.

— Buenos días, Scott. — Saludó mi compañero de piso, mientras descargaba unas maletas de su coche.
— Hola. — Saludé. — Cuánto tiempo.
Mi compañero era de origen chino y se llamaba Jiang Li, tenía aquel pelo negro bien peinado  y sus ojos rasgados me miraban examinandome.
— Tio, en este tiempo si que has cambiado— Rió, Jiang Li era muy risueño y una vez hasta participó en un concurso de Kung Fu si no fuera porque en el primer combate perdió con su delgadez y poca habilidad en técnicas marciales.
Sonreí de lado.
Ayudé a cargar su equipaje de nuevo hasta su habitación.


— Gracias, Scott. ¿Cómo te ha ido todo éste tiempo?
— Bien. — Mentí. — ¿Y a ti?
— Bastante bien, Francia es un precioso país. Algún día deberías ir a visitarlo.
Asentí, aunque dudaba que a éste paso saliera del sitio dónde vivía.
Le dejé solo en su habitación y me fui al lavabo. Observé cómo iba vestido, llevaba una camisa de color caqui y unos pantalones negros. Suspiré y me arreglé el pelo, llevaba ropa a la que no estaba acostumbrado a usar, lo mío era llevar sudaderas, gorras y bambas. Pero no sabía por qué iba tan arreglado hoy, sin embargo no me cambié y salí del apartamento.
Esperé hasta que el ascensor subiera y así lo hizo en cuestión de segundos.
Entré en él y me quedé allí hasta que se abrieron las puertas.
Hacía calor pero necesitaba despejar mi mente, era domingo y mañana tenía que ir a trabajar si o si. Sabía que había chicas que estropeaban su coche a propósito para verme sin camiseta— claramente me veían, como si no pasara suficiente calor para ir con el traje de manga larga en verano— e incluso me daban su número pero este quedaba allí, en un simple papel que nunca cogí.

¿Ahora mismo estaría Maya trabajando? No lo sabía pero tampoco quería molestarla.
Seguí caminando sin rumbo fijo y me di cuenta de que pasaba por la calle donde vivían mis padres. Cerré los puños e intenté calmarme, pero seguí por allí hasta que sentí la puerta abrirse.

Solté en mi interior un insulto no muy bonito y me paré. De allí salía una niña de ojos marrones y pelo castaño como yo. Llevaba un vestido blanco con líneas negras.

—¡Adiós papá y mamá! ¡Os quiero!— dijo mientras alzaba su mano y se despedía para luego la puerta cerrarse aunque no pude ver quien había sido.

Aquella chica… Era mi hermana.

Tendría unos nueve años y llevaba un lazo rojo decorando su coleta, tenía un recuerdo vago de mis hermanos pero no sabía que mi hermana era clavadita a mi, sin contar que ella no era muy alta para su edad pero que tenía la complexión adecuada. En eso era muy contraria a mí.

Al darse cuenta de que la miraba me sonrió.
—¡Hola chico! Me llamo Brenda— Me tendió su pequeña mano para que la estrechara y dudé unos instantes pero al no ver maldad en sus ojos sino inocencia accedí encantado.

Me agaché hasta quedar a su altura y le tendí mi mano.
—Yo soy Scott, Scott… Bueno no tengo apellidos— Me encogí de hombros, lo tenía pero otra cosa es que no quisiera tenerlo.
—Que raro, yo si tengo— Afirmó moviendo la cabeza— Pero mis papis dicen que no puedo decirselo a los extraños, aunque tu a mi no me lo pareces, ¡parecemos gemelos!— Dijo dando saltitos.

No pude resistir las ganas de echarme a reír.
—Es que no somos desconocidos, somos hermanos— Asentí— Tu diles a tus padres que has visto a tu hermano Scott en la calle, ¿vale?— Le contesté mientras me levantaba para marcharme— Adiós Brenda— Retomé mi camino.

Lo siguiente que pude oír fue a Brenda entrando en casa y diciéndole a mis padres que había encontrado a su hermano desaparecido.

Mientras caminaba, un sonido me indicó que había llegado un whatsapp a mi móvil. Pasé el dedo por la pantalla, desbloqueando el Xperia Z1 y miré la notificación entrante.
El mensaje era de un número desconocido. Leí el texto que estaba escrito con atención.
<<Sé lo que haces. Asesino.>> Me sorprendí y abrí los ojos como platos. Intenté no pensar en ello, pero se me hacía difícil. ¿De quién era ese mensaje? No… yo no era un asesino… ¿o si? No. Y… nadie sabía ésto. ¿Por qué este mensaje?
Contesté con rapidez. <<¿Quién eres?>> El usuario aparecía ‘’en línea’’. Luego, se indicaba bajo su nombre que estaba escribiendo. Finalmente, en la pantalla apareció otro mensaje. <<Asesino.>>
Ésto no podía estar pasándome… No tenía una explicación lógica. Debía de ser una broma telefónica, pero ¿y si no lo era? Miré el número de teléfono. Empezaba por ‘’7’’ por lo que el teléfono desde el que se mandaba debía de ser comprado hace no mucho.
Con los dedos temblorosos, marqué el número para llamar a quién quiera que estuviera detrás de ese mensaje y aclarar todo ésto de una forma u otra.
Al tercer <<bip>> la otra persona colgó.
Mordí levemente mi labio inferior y suspiré como pude.
No… no… maldita sea…

Si antes había salido a caminar para despejar mi mente, en ese momento pensaba que había sido una mala idea. No podía dejar de pensar en ello, sí, debía de ser una broma de alguien. ¿Era hoy el día de los inocentes? No era posible, estábamos en verano. Solo me quedaba una hipótesis, esa persona sabía que yo podía ver las muertes. ¿Pero de verdad los mataba yo? Suspiré nervioso. Era incierto, yo los veía por alguna razón que desconocía pero yo nunca maté a nadie. Nunca.

Simplemente seguí caminando y volví a casa, no había nada que me ayudara a dejar de pensar en ello. Ojalá hubiera nacido con dos neuronas para que el tema no me importara, pero había nacido sano aunque mi familia lo negara.

Volví al departamento y me encontré a Jiang Li tejiendo alguna cosa sin forma.

—¿Que haces?— Reí, en aquellos momentos lo necesitaba.
—Pues estaba tejiendo, tu que crees— Rodó los ojos para seguir con lo que estaba haciendo.
—¿Y qué es eso?— Pregunté señalando ‘’la cosa’’ que hacía.
—Es el regalo de cumpleaños para mi madre— Dijo mientras seguía— Es una falda.
—¿Una falda de lana?— Reí.
—No es mi culpa que mi tatarabuela me enseñara a tejer— Explicó encogiéndose de hombros.
¿Su tatarabuela? Madre mía, ¿los chinos eran inmortales o qué? Aparté la vista de su ‘trabajo’’ y me senté en el sofá. Encendí la tele e hice una mueca.
‘’Muere la directora del orfanato ‘’San Manuel’’ a causa de un atragantamiento. Se buscan personas que ocupen el puesto. Ah, si, nuestro más sentido pésame a la familia, desde Antena 8 noticias. Les dejamos con el tiempo, con Pepe Troyano Quintero.’’ Suspiré. Apagué la tele.
— Una lástima lo de la mujer esa que se ha muerto. — Murmuró Jiang Li sin poner demasiada atención.
El teléfono sonó. Mi cuerpo se tensó y mi corazón dejó de latir durante unos segundos. ¿Sería él? Lentamente, miré la pantalla. <<Maya>> se veía escrito en la pantalla. Suspiré aliviado y contesté.
— Hola Maya.
—¡Buenas Scott! — Saludó alegremente.
—¿Querías algo?— Pregunté extrañado de su tono de voz.
—¡Sí! En la tienda donde trabajo van a hacer un desfile de moda, ¡y voy a participar! Por eso, te invito. — Dijo y podía deducir que en aquél momento ella se encontraba sonriendo.
—¿Cuándo es?— Pregunté.
—Es mañana, a las cuatro de la tarde.— Me dijo, y en ese momento las ganas de verla modelar con ropa que vendía cada día se apagaron.
—Lo siento, tengo que trabajar.— Expliqué seco.
— Oh… — Su voz ahora sonaba triste. — B...bueno… No pasa nada… Perdón por molestar. — Dijo de carrerilla y colgó. Me quedé mirando la pantalla, que poco a poco se oscurecía. ¿Qué fue eso? ¿Ella quería que yo estuviera ahí?... Se veía tan… deprimida…
Suspiré.

— ¡Scott! Que sorpresa verte por aquí… ¿Te confundiste de día? Hoy es domingo. — Comentó mi jefe al verme.
— Sí… Me gustaría pedirle un favor. — Respondí, dejando de mirar el motor estropeado.

Las horas pasaban. Los coches con problemas mecánicos iban y venían. Los arreglaba con la mayor eficacia y rapidez posible. De siempre me habían fascinado los coches. Y éste era un buen trabajo, teniendo en cuenta la cantidad de gente que hay en el paro.
Apenas tomé un descanso para almorzar lo justo, un bocadillo y agua. Terminando de comer, volví a lo mío.
— No deberías esforzarte tanto Scott…
— Lo debo hacer, después de todo, le debo una.
— Tendré que pagarte el doble por trabajar un domingo con ésta calor. — Rió. — El empleado que le tocaba hoy trabajar en tu lugar se ha puesto muy contento de ver que tenía otro día de vacaciones.
— No, no, señor; no quiero que me pague.
Él abrió los ojos de par en par.
—  ¿Cómo que no? ¡Estás trabajando en domingo!
— Pero… ya sabe que mañana no vendré. — Susurré.
— Lo sé, y no me importa; te pagaré lo que te debo.
Finalmente acepté resignado a que me pagara el jornal. El jefe había accedido a que trabajara hoy en lugar de mañana, pudiendo así ir a ver a Maya.

Las luces iluminaban todo, observé a la multitud de gente que se encontraba a mi lado; ansiosos por el espectáculo que iban a presenciar.

A mi lado derecho se encontraba Jiang Li y al izquierdo una chica de ojos verdes y cabello rubio.
No podía negar que quería ver a Maya pero intenté componer mi postura y no parecer un fan obsesionado como la mayoría que había aquí. Al parecer, también iba a participar una modelo profesional pero que aún no había llegado.

Suspiré, había música de fondo aunque no sabía qué canciones iban pasando hasta que una voz me sacó de mis pensamientos.
—Y ahora…¡Empezamos el pase de modelos! ¡Esperamos que disfruten!— Dijo la voz muy alegre, todo el mundo puso su vista en aquella pasarela y la gente dejó de hablar.

Se abrió una puerta. Una chica rubia y de ojos azules salió con un vestido ceñido color rojo que dejaba ver la espalda ycomenzó a desfilar por la amplia pasarela. La gente aplaudía y no quitaba los ojos de encima a aquella chica. Sin embargo, yo no presté demasiada atención. Ella caminaba con aires de modelo profesional. Lanzaba besos al aire y guiñaba el ojo a algunos pocos ilusos que pensaban que tenían posibilidades con alguien de su nivel.
Todos gritaban a coro el que parecía ser su nombre; Shaina Parks. Shaina caminó acercándose más a su público. Pasó sus ojos persona por persona, asegurándose de que todos estaban adorándola. Su cara hizo una mueca al llegar a mí, contemplando cómo yo tenía fija la mirada en aquella puerta, esperando ver a mi amiga. Sonrió falsamente. Finalmente, volvió sobre sus pasos, dedicándome una última mirada antes de entrar por la puerta y que las voces se apagaran. Momentáneamente, pues pronto otras chicas fueron saliendo en orden a desfilar con sus mejores sonrisas y sus miradas más coquetas; haciendo que la audiencia se disparara.

Finalmente, llegó su turno. Maya… Llevaba un vestido morado ajustándose a cada centímetro de su cuerpo, un collar y unos pendientes azules. Al parecer, era la única que no iba tan maquillada como las demás chicas, se veía más natural peroal contrario que el resto, se veía más nerviosa. Echó una vista rápida al montón de gente que esperaban con ansias verla pasar. Sus ojos azules me encontraron. Una gran sonrisa se formó en su rostro, junto con un pequeño enrojecimiento de mejillas. Levanté mi pulgar en señal de que todo saldría bien. Asintió y salió con paso ligero pero adecuado. No perdía detalle de ninguno de sus movimientos. Simplemente… ella emitía magia.

Había sido la última chica que había desfilado y cuando desapareció entre las cortinas la gente empezó a vitorear y aplaudir.Me uní al resto, no podía ser menos. La gente empezó a levantarse y los seguí, se dirigían hacía algún paradero desconocido pero los perseguí como pude. Me acabé encontrando delante de los camerinos, la mayoría gritaba el nombre de Shaina Parks. Pero yo no estaba para esa chica, venía a ver a Maya.

Me acerqué a un señor de piel morena y fortachón con unas gafas de sol y le pregunté si podía pasar a ver a Maya. Él accedió, era el único que venía a verla a ella y tenía vía libre.

Entré con confusión y la encontré con un albornoz mientras su cabello estaba recogido en un moño mientras leía. No pude evitar sonreír se encontraba preciosa al natural, mucho más que con vestidos caros y maquillaje.

Maya no se había percatado de mi presencia  ya que seguía leyendo un libro llamado: ‘’Ciudades de papel’’.

Me acerqué y le toqué el hombro, ella dió un respingo y sonrió al verme.
— Hola… — Susurró. — Pensé que no vendrías.
— Me quedé ayer trabajando para poder venir. Después de todo, no podía perderme un acontecimiento tan importante.
Sus mejillas adoptaron un color rojizo.
— Muchas gracias, Scott. ¿Qué tal lo hice? — Preguntó nerviosa.
Sonreí. — Maravilloso. Para mí fuiste la mejor.
Desvió un poco la mirada, con aquella sonrisa y rojez permanente en su rostro.
De pronto, la puerta del camerino se abrió.
La chica de antes, Shaina, me miró.
— Hola Maya… Lo hiciste… Bien, supongo. — Murmuró.
— Gracias. — Contestó.
La mirada de la modelo se posó en mí. Recorrió mi cuerpo con sus ojos de arriba a abajo y me miró coqueta.
— Hola, ¿cómo te llamas? — Saludó, olvidando por completo a Maya.
— Scott. — Respondí sin demasiado ánimo.
— Yo soy Shaina, Shaina Parks. A lo mejor me conoces; he protagonizado varias películas…
Arqueé una ceja. — No. No te conozco.
—Bueno, ya que no me conoces...Podríamos quedar para que me conozcas— Me guiñó un ojo.
—Gracias, pero no estoy interesado.— Respondí seco.
—Tu piensatelo bien, ¿vale? Más tarde vendré y veremos que podemos hacer para que cambies de idea— Dijo seductoramente y se fue, rodé los ojos.

Miré a Maya, ella se encogió de hombros y sonrió divertida.
—Esto no es divertido— Dije frunciendo el ceño.
—Pobre… Dale una oportunidad— Explicó riendo.
—Y qué más, todo en la vida no se puede tener. Yo no voy a salir con una modelo para que me deje tirado— Razoné.
— No creo que te dejara tirado… — Murmuró.
La miré interrogante.
— Nada, sólo supongo. — Respondí.

Esperé a que estuviera lista y ambos salimos del camerino.
Maya ahora llevaba su ropa habitual: Una camiseta de tirantes azul fuerte, unos pantalones cortos degradados de negro a blanco y unas bailarinas fucsias. Caminábamos por el pasillo que llevaba a la salida cuando se giró.
— ¿Te vas a casa? — Preguntó.
Iba a preguntarle que si le apetecía ir a algún sitio cuando vi cómo Shaina caminaba apresurada hacia nosotros… Hacia mí.
— Scott, ¿ya te vas?
— Ésto… — Miré a Maya que forzó una sonrisa.
— ¿Quieres venir a mi casa un rato? — Dijo la modelo.
Hice una mueca.
— No tengo demasiadas ganas. — Contesté serio.
— Por favor — Dijo haciendo un puchero, aquello funcionaria con otros chicos pero conmigo no.
— Tengo que ir a comprar. — Sonreí forzado, era una excusa barata. Al ver que ella hacía una mueca me alegré por dentro, seguro que era malo para su fama verla haciendo la compra. Supuse que seguramente tendría alguna sirvienta que lo hiciera.
— Entonces ya nos veremos otro día. Tranquilo, conseguiré tu número y dirección. — Me guiñó un ojo, por dentro yo estaba gritando del pánico como el cuadro del Grito, algo así.  
A saber cómo conseguiría mi número, estaba claro que a ese paso tendría que fugarme del país e irme a vivir con la família de Jiang Li en China. Pero todo eso solo fue en mis pensamientos y me encogí de hombros, como si aquello no fuera conmigo.
— Bueno… adiós, Scott. — Susurró, dando un sonoro beso en mi mejilla. Cuándo se alejó, me limpié aquella zona con la manga de mi camiseta.
Maya me observó. Soltó un pequeño suspiro.
— Supongo que ya te vas, entonces.
Centré mi mirada en ella.
— Realmente no. ¿Quieres que vayamos a  algún sitio? - Sonreí. Su cara, una mezcla de asombro, felicidad y cariño no pasó desapercibida.
— ¡Sí! Espera por favor, tengo que recoger mis pertenencias. - Aseguró mientras empezaba a recoger las cosas. La esperé pero un sonido de mi teléfono me alarmó. Lo abrí, era el numero desconocido.

<<¿Así que haciendo ‘’la compra’’? Ya lo veo…>>

No hay comentarios:

Publicar un comentario