domingo, 28 de diciembre de 2014

Capítulo V.


Did you have to do this?
I was thinking that you could be trusted
Did you have to ruin what was shiny?
Now it's all rusted
Did you have to hit me where I'm weak?
Baby I couldn't breath
And rub it in so deep
Salt in the wound like you're laughing right at me
Oh, it's so sad to think about the good times, you and I
___________


La tarde se alzaba ante mis ojos, la luz del sol estaba en toda su esplendor, convirtiendo esos días fríos en cálidos.

La doctora que antes me había atendido, me indicó que la ropa que llevaba estaba sobre la silla del rincón de la habitación. Y luego marchó.

Me senté sobre la cama de lado y toqué el suelo con mis descalzos pies, un escalofrío recorrió mi cuerpo. No recordaba que estaba tan frío. Me levanté y busqué mi ropa, por seguridad, me encerré en el baño de la habitación.

Cuando me dispuse a quitarme la bata que llevaba me llamó la atención un papel que medio salía del bolsillo trasero de mi pantalón.

Lo cogí entre mis manos y observé lo que había anotado, un número de télefono.

¿Habría sido la enfermera? O eso pensé hasta que me acordé de la niña que me había encontrado con… Maya. Moví la cabeza de lado a lado, como si aquello fuera a quitar a Maya de mis pensamientos.

Me daba pena aquella niña, seguramente esperando con el teléfono en mano, esperando una llamada. No podía evitarlo, era una simple niña.

Me vestí lo más rápido posible y dejé la bata al lado del lavamanos. Ya estaba dispuesto a marchar de allí, nadie me esperaba, pero me las arreglaría para volver. No quería depender de nadie y que me consideraran débil, aunque tal vez lo fuera.



Salí al pasillo, empecé a andar y observé a la multitud de gente que había allí. Doctores con papeleo entre las manos, mujeres respondiendo al teléfono en mostradores, gente ansiosa sentada y médicos con diferentes expresiones en el rostro, enfermos intentando hacer ejercicio andando y otros como yo, saliendo por fin del hospital, habiendo entrado por un simple susto de la vida.

El congelado aire me hizo volver a la realidad, delante de las puertas de aquél lugar y sin saber dónde ir.

Recorrí la calle hasta que encontré la señal del metro, bajé las escaleras hasta llegar a la línea que me dirigiría hasta casa.

Estaba bastante lleno, gente de allí para allá, no me fue fácil pasar pegado a alguien delante pero lo logré.

Habría pagado si no fuera que no llevaba nada encima. Esperaba que las cámaras no hubieran captado aquello, y menos mi rostro. Me senté en el único sitio libre. No había visto que había alguien al lado que conocía. La niña dejó ver una hilera de dientes tras sus finos labios, formando una sonrisa.
— Hola, Scott. — Saludó, y acto seguido me dió un abrazo más largo de lo normal.
— An… Angeline… ¿Qué haces tú aquí?
— Venía a comprar un vestido nuevo. Si quieres… Puedes venir conmigo y ayudarme a elegirlo. — Susurró, separándose y mirándome a los ojos.
— Ange… ¿Scott? — Sonó una voz de repente.
Desvía la mirada hacia la dirección desde dónde se escuchaba la voz y encontré, ni más ni menos, que a Carter.
— ¿Os conocéis? — Dijo inocente la niña.
— Sí pero… — Murmuré.
— Es mi hermana pequeña…. — Explicó Carter confuso. — ¿No has avisado a nadie de que te recoja si sabías que te iban a dar el alta?
— Yo… No he avisado a nadie, pero estoy bien, no te preocupes.
— ¡Carter! ¡¿Puede venir con nosotros a comprar mi vestido?! — Exclamó Angeline.
Él se acercó a ella, agachándose y cogiéndola en brazos, sacándola de encima de mí.
— Lo siento Angie, pero Scott necesita descansar, además, está pasando por un momento difícil, por lo que no debemos molestarle. Lo llevaremos a su casa e iremos a comprar tu vestido.
Angeline hizo pucheros y saltó de los brazos de su hermano hasta llegar al suelo. En ese preciso instante, las luces del vagón parpadearon unas cuantas veces y se apagaron. La gente empezó a murmurar entre ellos, sin saber lo que ocurría. No se veía nada, predominaba la oscuridad.

Hacía frío, y bastante. Sentía la nerviosa respiración de Angeline al lado, imaginandola agarrada a su hermano. Se frotó los brazos con las manos y sintió su resuello como si fuera algo lejano. Un golpe seco paró el metro con la mala suerte de que caí al suelo. Chillidos y gritos se empezaron a escuchar del terror que se había causado. Después todo se volvió blanco.

Mi visión era más borrosa de lo normal. Seguía en el tren, aún las luces estaban apagadas. Mi corazón se quedó casi parado por completo al descubrir que todo se movía a una velocidad muy baja, como si fuera a cámara lenta… Una pareja que viajaba al otro extremo de nuestro asiento se abrazaba con fuerza, mientras que el chico protegía a su novia, envolviéndola con los brazos. Pude presenciar con claridad cómo su cabeza se estrellaba contra la barra de hierro que normalmente se usaba para agarrarse durante el viaje. Esta quedaba manchada por un líquido rojo que yo ya bien conocía, a la vez que el metro volcaba, produciendo el pánico entre los pasajeros. Escuché a Carter llamar a su hermana. Luego, las pupilas del chico que había sufrido aquel golpe se quedaban sin movimiento alguno. Temí lo peor, pero, aún así, no podía hacer nada. Mi cuerpo se precipitaba hacia delante. Coloqué con rapidez las manos hacia delante, impidiendo que me chocara contra el asiento delantero. No obstante, el giro que produjo el tren al volcarse hizo que cayera tumbado en el suelo. Cerca de mí se encontraba Carter, que abría los ojos ampliamente para cubrir a su hermana de un posible golpe. Mientras, todo seguía a esa escasa velocidad, que me permitía sentir una tristeza y una impotencia sobrehumana, al ver cómo todo se precipitaba ante mis ojos y yo no era capaz de hacer nada para evitarlo.

Sentí un gran chirrido entrar en mis oídos, parpadeé varias veces ante tal desconcierto. La lobreguez volvió, haciéndome volver a la realidad, volviendo a estar entre la línea de algo desconocido y la realidad. El vagón quedaba empinado y sentí caer deslizándome lentamente, intentaba parar mi caída hasta que logré cogerme a una barra. Y así estaba yo, digamos que colgando y bastante perplejo.

Intenté enfocar mi alrededor pero estar en un túnel no ayudaba, sólo miraba sombras, aunque demasiadas pensando en la poca gente que había. Me quedé colgando allí durante poco tiempo pero me empezaban a doler los brazos de estar así. Poco a poco las luces fueron volviendo.  Seguramente eran las de emergencia. Las manos me empezaron a sudar y estaba seguro de que caería pero escuché voces, voces que se acercaban.

— ¡Aquí, aquí hay gente! — Giré la cabeza para mirar quien decía eso, aunque mi campo de visión no era muy grande. Pude ver como quitaban las puertas del vagón y hombres entraban, no negué que eran policías por sus vestimentas.

No pude mirar como se acercaban con sumo cuidado por el inclinado suelo, pero si noté que me cogían del tronco y me hicieron soltar la barra. Todo me parecía pasar a cámara lenta, quién diría que en muchas historias el protagonista sería un típico hombre que salvaría a todos, pero yo no era así ni por asomo.

— ¿Está bien? ¿Me escucha? — Preguntó un policía que aparentaba unos cuarenta años, mirándome.
— Sí… Estoy bien, por favor, atienda a los chicos de al lado… — Susurré con un hilo de voz.
Observé bien a mi alrededor, muchos policías se pusieron guantes y cogieron por brazos y piernas al chico, aquél cadáver. Antes de eso habían fotografiado todo y cogido la sangre en un recipiente. Sentí un escalofrío al recordar la escena.

Una mujer me cogió del hombro y me llevó hasta donde alguna vez hubo puertas. Salí y me aparté lo más lejos posible del metro. Miré allí, realmente era una escena devastadora. Me senté en un banco, y pasé mis manos por mi pelo. En ese momento fui consciente de que estaba sudando por todo el cuerpo. Aquello se empezó a llenar de periodistas y gente curiosa.

Vi salir  a Carter con Angeline, él mostraba lejanía; absorto en un punto fijo, Angeline mostraba curiosidad y extrañeza.

Les llamé con un hilo de voz y fue cuando Carter reaccionó, miró en todas las direcciones hasta que me vio y los dos se acercaron.
— ¿Estáis bien? — Pregunté mientras los dos se acercaron.
— Claro. — Dijo Angeline, aquello fue la respuesta a mis preguntas, ella no entendía nada.
Hubo un largo silencio.
— Em… ¿Carter? — Pregunté al verlo apoyado sobre sus codos mirando el metro.
— ¿Eh? — Me miró perplejo.
— Preguntaba si estás bien.
— Si, supongo… — Su tono de voz era distante y descendiente, tanto que no pude llegar a escuchar lo último que pronunció.
Se acabó nuestra conversación.

Había sido un largo momento de silencio entre nosotros y pudimos ver como salían los restantes y sus reacciones. Unos hombres nos hicieron un chequeo médico muy rápido, aparte de unos arañazos que tenía en el rostro no tenía nada más preocupante. Por suerte Carter y Angeline tampoco.

Subí las escaleras para salir del metrópolis. Me había costado mucho, todo estaba lleno de periodistas. Cuando llegué al final no vi a mis compañeros, aunque no importaba, se las sabrían arreglar solas. Me alejé del chillón lugar, por lo demás la calle estaba sin ruido.
Mi teléfono sonó, interrumpiendo el silencio que inundaba la calle.
De nuevo, un número desconocido que comenzaba por 7. Deslicé el pulgar por la pantalla para aceptar la llamada.
— Has vuelto a matar, Scott. — Anunció una voz, una voz distorsionada, muy similar a la de la última vez.
— ¡Yo no maté a nadie! — Exclamé. Mi mente empezaba a viajar por los sentimientos del dolor y de la culpabilidad. Busqué tembloroso el inhalador, usándolo un par de veces mientras esperaba una respuesta que nunca llegó, pues la pantalla se iluminó, mostrando que la llamada había finalizado.
Cerré los ojos con fuerza, respirando pesadamente. Sostuve el teléfono sin moverme. De pronto, comenzó a sonar de nuevo.
Mi mirada se alzó hasta ver que esta vez no era un número desconocido. Esta vez… Era ella.
— ¿Maya? — Pregunté esperanzado, una vez abierta la línea.
— S-Scott, ¿estás… bien? Las noticias… El tren… — Su voz sonaba entrecortada.
— Estoy bien Maya, no me ha pasado nada; pero necesito hablar contigo.
— Scott… Será mejor que no lo hagas. Perdóname.
<< Fin de la llamada >> Fueron las palabras que aparecieron nuevamente. En mi garganta se formó un nudo, sin entender nada.
Una ráfaga de viento recorrió mi cuerpo, haciendo que me estremeciera.

Fue entonces cuando me planteé si de verdad todo esto no era otra pesadilla de la que no podía despertar. Y fue entonces cuando descubrí que era tan real como el hecho de que alguien tomó mi brazo y me sacó de aquella calle a una gran velocidad.
Up!

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