domingo, 25 de enero de 2015

Capítulo VI.

 Alívio Imediato | via Tumblr
Eres Tango y eres ritmo vives en do, re, mi, fa
impredecible compás cuando te vistes de Jazz,
llegas y me das oxígeno, mi único somnífero
si el mortífero estrés tensa mis músculos, discípulo


de tu inmensa maestría cuando no te conocía,
como podía vivir sin percibir tu melodía
fuiste mía y solo mía en mis horas de miseria,
compones la banda sonora de esta tragicomedia.


Tú reina entre mil reyes, cumbre de mis valles,
me levitas y asi evitas que tanto odio me ametralle
tú, si eres Hip-Hop muestras denuncia y carisma,
pero te vistes de clásica y sigues siendo la misma.


_______



Unas manos me taparon la boca y sentí el pánico dentro de mí. Tantas emociones por un día… Era muy malo. Giré con resistencia la cabeza y pude ver a un chaval, aunque después noté otra persona obligándome a ir a un sitio. Intenté evitarlo, pero dos siempre son más que uno.


Entramos en una oficina, o mas o menos veía según la distribución de las cosas, hasta que noté el sonido de una puerta cerrarse no me soltaron.


Miré al chico que se dirigía a un escritorio delante mío.


Una vez pude observarle, comprobé que no lo conocía de haberlo visto antes.
Era alto, mediría aproximadamente lo mismo que yo. Esa talla hacía más notar un cuerpo de peso normal y musculatura definida; por lo que deducí que acostumbraba a hacer algo de ejercicio. Aparentaba tener 17 años, más o menos. Su pelo era de un marrón muy oscuro, casi negro; este caía sobre su frente dando paso a unas cejas cortadas por una cicatriz en el lado izquierdo. Bajo ellas, resplandecían unos grandes ojos azules, cubiertos por unas gafas de pasta negras. Su boca permanecía seria, esperando a que yo dijera algo; mientras se cruzaba de brazos. Vestía una sudadera negra -en la que estaba escrita una frase en un idioma que no logré comprender- junto con unos vaqueros. Al conjunto acompañaban unas deportivas amarillas. 



Carresperré la garganta, haciendo que todos se fijaran aún más en mí.
— ¿Se puede saber qué hago aquí? — Me rasqué la nuca nervioso.
El chico de antes sonrió de lado, fijando sus ojos en los míos.
— Eres Scott, ¿cierto? — Preguntó con tranquilidad.
— Así me llaman. — Contesté con menos nervios.
— Bien… Scott… Estoy al tanto de varios ‘’problemas’’ que te llevan ocurriendo desde hace un tiempo. Mi nombre es Pablo, estoy aquí para ayudarte.
No contesté.
— Normalmente no ayudo a nadie que no conozca, pero le debía un favor a Carter. — Continuó.
— Yo no sé qué hago aquí, ¿puedo marcharme? — Dijo una voz bastante lejos, me giré y pude ver a un hombre en un rincón de la sala. Pablo asintió y sin mediar alguna otra palabra, éste salió de la sala.
— Verás, tu caso me ha llamado la atención. — Apartó la mirada unos segundos para ver como cerraba la puerta y volvió a centrarla en mí.
— Pero… ¿Qué cosas ha contado Carter de mí? ¿Que tipo de ‘’problemas? — Estaba seguro que ni Carter ni Pablo sabrían lo de mis sueños, pues no podía contarlo.
— Últimamente estás recibiendo llamadas y mensajes anónimos de un número que no conoces. Estas sólo parecen amenazarte o intentar meterte miedo en el cuerpo, llamándote ‘’asesino’’ sin razón alguna.
— ¿Así que tu eres el hacker? ¿Tan joven? Pensaba que para dominar el ‘’arte’’ de la tecnología se necesitaba un nivel más alto de estudios.
Rió unos segundos por lo bajo. — Sí… Tan joven. Pero, a pesar de mi edad, conozco ese ámbito a la perfección. Estoy especializado en extraer datos e información de cualquier medio u objeto tecnológico que lo permita, así como cambiarlos a mi antojo.
— Y… ¿Qué tipo de ayuda recibiré en mis problemas? ¿Qué harás al caso?
— Te ayudaré a descubrir quién es el emisor de esos mensajes y esas llamadas. — Esbozó una sonrisa tras pronunciar las últimas palabras, parecía que realmente le fascinaba su trabajo y esta situación en concreto. — Ahora, si me permites, encenderé el ordenador y me dirás el número de teléfono con el que te llamaron. —Se recostó en la silla y el computador empezó a iluminarse. — He creado mi propio sistema, por lo tanto no puedo recibir ningún virus. Cuando te avise me dices el número de teléfono.


Cogí el móvil y pude ver perfectamente que no había recibido ningún rasguño a pesar del accidente. Lo desbloqueé y fui a la aplicación de llamadas. Pasaron varios minutos hasta que él me dio el aviso. Le dicté y Pablo asintió sin decir nada.


— Me parece que hasta que se identifique el número pasaron bastantes minutos… ¡O incluso horas! Me parece que los dos sabemos que hay muchos números registrados en el mundo. Yo seguiré trabajando en ello. — Sonrió con nerviosismo.


Y como si mi subconsciente hubiera notado que se había acabado el tema de conversación, decidió hacerme entrar en un sueño.


Desperté nervioso, y me puse involuntariamente la mano en la frente, las muertes se frecuentaban y mi cordura parecía desaparecer. Observé que me había dormido en la oficina, a diferencia de que Pablo ya no se encontraba conmigo, estaba solo. Pude ver que en el escritorio no quedaba nada aparte de un simple papel.


‘’Me lo temía, Scott. La búsqueda durará horas y no me extraña. Te dejo la clave del sistema de la oficina para que salgas, cuando llegues a casa quema este papel. Haz como si nunca nos hubiéramos visto, inventa una historia si te preguntan donde has estado. Pero nunca digas que me has visto. Prefiero mantenerme al margen, es fundamental para mi trabajo.
P. ‘’


Antes que nada registré mis bolsillos por si me había cogido algo, pero el chico no tocó nada mío.


Cogí el papel y donde estaba la salida, marqué en un aparato situado en la pared aquella clave, cerré la puerta y salí por un pasillo hasta llegar a la puerta que comunicaba con el exterior.


Guardé el comunicado en mis pantalones y observé de que edificio salí, unas oficinas de una empresa muy conocida, lo que no me cuadraba era que él estuviera allí.


La noche me acogió en sus brazos, no hacía mucho frío para ser primavera. Me dirigí al apartamento. Cuando llegué, subí a mi piso. Giré la puerta, las llaves no encajaban.
— Mierda… — Musité para mi mismo.


Toqué la puerta con mis nudillos, me dolía demasiado el brazo. Esperé a que Jiang Li me abriera, sin embargo, no ocurrió nada. Me dejé caer en la puerta y cerré los ojos. Creo que estuve varios minutos así.


— Perdona, muchacho… — Una débil voz entró en mis oídos. Abrí los ojos rápidamente y observé delante mío a una anciana.


— Eh… ¿Ocurre algo? — Me levanté y me acaricié la mano por la nuca y la parte de atrás de la cabeza, las puertas no son cómodas.


— ¿Podrías ayudarme a llevar mis compras a mi casa? — Señaló con el dedo índice unas bolsas cargadas bajo sus pies. —Ya voy asimilando que envejezco. — Rió.


— Si, claro… — Cargué las bolsas con ambas manos y seguí a la señora. Al abrir la puerta, noté que olía a incienso. Y bastante.  De repente noté que el aroma había cambiado, súbitamente era olor a quemado.


Empecé a toser pero seguí a la mujer, a través de un largo pasillo. En las paredes pude ver objetos y cuadros relacionados con la adivinación y clarividencia.


— ¡Oh! Eso no es nada bueno… La olor... Deja las bolsas aquí mismo… Por favor. — Susurró la señora con un hilo de voz.


Le hice caso, dejé las bolsas en el suelo. Volví a notar el cambio de olor de allí. Pasó de quemado a una olor escasa de menta. Suspiré, no pregunté nada. Sin embargo, me temía que todo iría a peor.


— Sígueme. — Ordenó. Le seguí hasta otra estancia, decorada y repleta de objetos de pitonisa. Pero la anciana se paró en mitad de la sala. — Vuelves, vas a volver. Pero velaré por ti. Tu aura me dice que lo que te ocurre sólo acaba de empezar. Retornarás ahora con los vivos, ya veremos si volvemos a vernos.


Mi alrededor empezó a opacarse. Viendo como el serio rostro de ella iba desapareciendo en la oscuridad. Hasta no ver nada.

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