martes, 21 de julio de 2015

Capítulo VIII.

Apostado en el jardín del universo,
de rodillas y esperando poco a poco mi momento.


Esperando que mis sueños tenga dueño,
que el momento sea perfecto
y el encuadre sea el correcto.


Me pierdo entre las dudas
de un mismo color,
de un mismo sabor.


Y el tiempo lleno de momentos
que se van perdiendo
dejándote la calle a media luz.


Dueños del cajón de cuentos
que estuve escribiendo
por cada vez que el tren se me escapó.


Pienso agarrarme fuerte a mi momento.


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Aquella noche me fui a dormir intranquilo. Di miles de vueltas sobre mi cama, agarrando con fuerza la almohada y pensando en qué le había ocurrido al maldito papel.


‘’Me lo temía, Scott. La búsqueda durará horas y no me extraña. Te dejo la clave del sistema de la oficina para que salgas, cuando llegues a casa quema este papel. Haz como si nunca nos hubiéramos visto, inventa una historia si te preguntan donde has estado. Pero nunca digas que me has visto. Prefiero mantenerme al margen, es fundamental para mi trabajo.
P. ‘’


Recordé el contenido de ese mensaje. Llevaba consigo la clave del sistema de la oficina donde Pablo estaba… Y yo debía de quemarlo. Pero, juraría que estaba en mi bolsillo… Me había metido en un gran problema, y de los grandes. Barajé las posibilidades de donde podría estar y llegué a varias conclusiones.


La primera era que Jiang Li era incapaz de haberlo cogido, y menos leído.
Seguidamente, la idea de que Ai Chan lo hubiera encontrado era… Tal vez más remota que lo de Jiang Li. Esa mujer sólo se preocupaba de que su pintalabios fuera de un color que pegara con su ropa. Además, que ella rebuscara en mis bolsillos…
Hice una mueca de asco. Entonces me percaté de algo. ¿Cómo no estaba en ningún lugar? Me hubiera dado cuenta antes. Y si alguien me lo había quitado me hubiera dado cuenta.
Alboroté mi pelo y cogí el inhalador, apretando el botón un par de veces. Apagué la luz, dejando mi dormitorio a oscuras y cerré los ojos.